Editorial
En mi rol como rector, y en un constante diálogo con colegas, estudiantes y amigos, la conversación sobre la Inteligencia Artificial (IA) es cada vez más frecuente. Una pregunta recurrente se alza en estos encuentros: ¿Seguiremos necesitando estudiar? ¿Seremos reemplazados por las máquinas? Mi respuesta, y la visión que promovemos en las UTS, es siempre la misma: la educación no desaparece con la IA; se transforma profundamente. Y, lo que es aún más importante, nos transforma a nosotros mismos.
En la UTS, reconocemos que la Inteligencia Artificial no es una amenaza, sino una herramienta enriquecedora cuando se utiliza con criterio. Sus beneficios en el ámbito educativo son innegables y prometedores.
Optimización y eficiencia: la IA nos permite optimizar el tiempo y organizar mejor nuestros procesos educativos. Puede ahorrar horas valiosas en tareas administrativas, liberando a nuestros docentes y personal para que se centren en lo que realmente importa: la interacción humana y el acompañamiento personalizado.
Personalización del aprendizaje: la IA tiene el potencial de personalizar la forma de enseñar y aprender, adaptándose a las necesidades individuales de cada estudiante y contribuyendo a mejorar su rendimiento.
Estímulo a la innovación y el pensamiento crítico: más allá de la eficiencia, la IA “nos obliga a pensar diferente, a tener una mentalidad más flexible y a actualizarnos constantemente”. Nos desafía a ir más allá de lo convencional, a buscar soluciones innovadoras y a mantenernos a la vanguardia del conocimiento.
Sin embargo, no podemos caer en la peligrosa creencia de que, como la IA “lo hace todo”, ya no necesitamos prepararnos. Nada más lejos de la realidad. Es fundamental recordar que el conocimiento sigue siendo la base de todo. ¿Quién programará esta inteligencia? ¿Quién le dará propósito, dirección y ética? La respuesta es clara: el ser humano, con su capacidad crítica, su creatividad y su ética, es irremplazable.
Por ello, como institución educativa, y como individuos, no podemos simplemente esperar que las directrices sobre el uso de estas herramientas vengan de arriba. Es nuestra responsabilidad individual y colectiva aprender de forma autónoma, explorar, cometer errores y volver a intentarlo. No se trata únicamente de dominar una herramienta como ChatGPT, sino de comprender cómo puede mejorar nuestra labor educativa y cómo enseñar a otros a utilizarla con responsabilidad.
En las Unidades Tecnológicas de Santander, abrazamos esta transformación con optimismo y determinación. Estamos comprometidos con la formación de profesionales que no solo dominen las tecnologías emergentes, sino que también posean la capacidad de liderazgo, el pensamiento crítico y los valores éticos necesarios para darle propósito y dirección a la IA. Queremos que nuestros egresados no sean simplemente usuarios, sino creadores conscientes y responsables de un futuro potenciado por la inteligencia artificial.
La IA no es una amenaza. Es una aliada que, si la abordamos con preparación, una mirada crítica, ética y creativa, nos permitirá educar “mejor, con más propósito y con más impacto”. En las UTS, estamos listos para este emocionante camino de transformación.
Con afecto,
Dr. Sc. Omar Lengerke Pérez
Rector

